El 14 de septiembre de 1850, los Guardias Civiles Pedro Ortega y Antonio Giménez morían ahogados al intentar salvar a los viajeros de la diligencia que hacía el recorrido Valencia-Barcelona y que había sido empujada al mar por un torrente de agua producido por el violento temporal que azotaba la zona a la altura del barranco de Bellver, en Oropesa, Castellón.
Al oír los gritos de auxilio y ver el grave peligro que corrían los viajeros, los Guardias Civiles de servicio se despojaron de sus pertrechos y armamento y no dudaron en arrojarse a las aguas, pereciendo en una noche aciaga ahogados al igual que todo el pasaje. A la mañana siguiente, 14 cadáveres, entre ellos, los de los dos guardias, se veían tendidos sobre las arenas de la playa.
Ambos fueron los dos primeros agentes que perdieron la vida en una acción humanitaria en la historia del Cuerpo, fundado sólo seis años antes, en 1844. Los servicios humanitarios fueron un pilar base en la creación y organización del Cuerpo de la Guardia Civil. La propia Cartilla encomienda al agente de la Benemérita el deber de auxiliar a la población en caso de catástrofes, siniestros y accidentes.
El heroísmo de los Guardias Civiles fue inmortalizado con un monolito que se erigió en su recuerdo en el Barranco de Bellver por orden de Francisco Javier Girón, Duque de Ahumada, y cuya leyenda reza:
“A la memoria de los Guardias Civiles Pedro Ortega y Antonio Giménez, que, en la noche del 14 de Setiembre de 1850, perecieron por salvar los pasageros que se hundieron con la Diligencia arrastrada por las aguas de este torrente”.
Años después, en su base fue colocada otra placa en la que puede leerse:
“150 ANIVERSARIO. OROPESA DEL MAR. En agradecimiento a la BENEMÉRITA por la labor humanitaria desarrollada durante 150 años y especialmente a Pedro Ortega y Antonio Gimeno, Guardias Civiles fallecidos por salvar a sus Conciudadanos en este Barranco de Bellver”.