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Las recientes declaraciones de Ione Belarra, secretaria general de Podemos, en las que acusa a la Guardia Civil de estar infiltrada por "neofascistas" y de actuar con connivencia con grupos neonazis en Torre Pacheco (Murcia), constituyen un ataque frontal a una institución con 181 años de servicio intachable.

Pero también es un ataque a la ética de los miles de guardias civiles que, día tras día, arriesgan su vida para garantizar la seguridad y el bienestar de todos los ciudadanos, sin distinción de credo, raza o ideología, además representan un ejercicio de irresponsabilidad política que socava la confianza ciudadana en la Guardia Civil en particular y en las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en general.

Estas palabras, especialmente graves ya que se vierten en un contexto de tensión social en el municipio murciano y se hacen utilizando el altavoz de los medios de comunicación, no solo son irresponsables, sino que representan un intento deliberado de deslegitimar a una institución que ha demostrado, a lo largo de su historia, una neutralidad política incuestionable y un compromiso absoluto con la legalidad y la convivencia pacífica.

Las palabras de Belarra no solo carecen de fundamento, sino que alimentan la polarización e intentan, una vez más, el descrédito de la institución.

Decía Winston Churchill que, “la política es casi tan emocionante como la guerra y no menos peligrosa. En la guerra te pueden matar una vez; en la política, muchas veces”, no es la primera vez que dirigentes políticos atacan a la Guardia Civil por realizar bien su trabajo.

Las acusaciones de Belarra son un ejemplo claro de cómo un discurso político malintencionado puede infligir heridas profundas a instituciones democráticas, sin pruebas ni argumentos que lo sustenten. Al señalar a la Guardia Civil como cómplice de ideologías extremistas, Belarra no solo difama a miles de agentes que arriesgan su vida diariamente, sino que pone en riesgo el principio de autoridad que sustenta el Estado de Derecho.

Sus palabras, en Torre Pacheco, no buscan solucionar problemas, sino amplificarlos, exacerbando las tensiones en un municipio ya convulso.

La Guardia Civil, lejos de ser una institución "infiltrada" por cualquier tipo de ideologías, ha actuado en Torre Pacheco con una profesionalidad ejemplar. Con un despliegue de más de 130 agentes, incluyendo unidades antidisturbios del Grupo de Reserva y Seguridad (GRS), la Benemérita logró contener enfrentamientos, identificar a más 120 personas y detener a 14 responsables de actos violentos, muchos de ellos con antecedentes. Además, la detención del líder del grupo racista 'Deport Them Now' en Barcelona desmiente categóricamente las acusaciones de Belarra, demostrando que la Guardia Civil actúa con eficacia contra la incitación al odio.

El trabajo cristalino de la Guardia Civil, en este y en otros casos, reflejan un compromiso inequívoco con los valores democráticos, en contraste con las generalizaciones difamatorias de la dirigente de Podemos.

Es particularmente repugnante que una figura política de una supuesta relevancia, utilice su posición para medrar, lanzando acusaciones sin pruebas, contradiciendo los hechos. Mientras Belarra criticaba la supuesta "inacción" de la Guardia Civil, los agentes trabajaban incansablemente para garantizar la seguridad, implementando controles en los accesos al municipio y escoltando a agitadores ultras fuera del municipio para evitar mayores altercados.

La ironía de Belarra, como la de otros políticos, es que todos se benefician de la protección de las mismas Fuerzas y Cuerpos de Seguridad a las que critican a diario, difaman  y atacan de forma indiscriminada y sin ningún tipo de pruebas.

Mantenía Platón que “los políticos no están para crear problemas, sino para resolverlos”, Belarra parece haber olvidado este principio, parece más empeñada en lo contrario, en generar división y desconfianza en lugar de promover la unidad y el respeto institucional.

La Guardia Civil, desde su fundación en 1844, ha sido un pilar del Estado español, sirviendo bajo gobiernos de todos los signos políticos con un lema que no es mera retórica “El honor es mi divisa” y manteniendo principios desde su fundación como el de la neutralidad política.

Este compromiso ético se refleja en su rigurosa formación y los controles internos que garantizan la imparcialidad de sus miembros, quienes juran proteger a todos los ciudadanos sin distinción de raza, religión, clase o sexo.

Acusar a la Guardia Civil de connivencia con ideologías políticas de cualquier tipo, no solo es una afrenta a su historia, sino un acto de deslealtad hacia quienes velan por nuestra seguridad.

En un contexto de crispación social, el papel de los líderes políticos debería ser el de tender puentes, no el de dinamitarlos.

Ione Belarra debería grabarse a fuego las palabras de John F. Kennedy: "No preguntes qué puede hacer tu país por ti, sino qué puedes hacer tú por tú país". Sin embargo, ella y otros políticos, parecen empecinados en lo contrario, obsesionados con exprimir lo que su país puede seguir haciendo por ellos. Con su discurso falaz y tendencioso, no solo traicionan los principios de convivencia pacífica y seguridad, sino que socavan peligrosamente la cohesión social y la confianza en nuestras instituciones

Los ciudadanos merecen políticos que promuevan la convivencia, no que la dinamiten con acusaciones rastreras y sin fundamento. Los políticos, y especialmente Belarra, deberían tomar ejemplo de la ética intachable de la Guardia Civil, cuya trayectoria de servicio y sacrificio le ha valido el respeto y el cariño de la población. Esta institución merece admiración, no las viles difamaciones de quien, lejos de asumir su responsabilidad, se dedica a socavar la credibilidad y la honorabilidad de la Guardia Civil y de sembrar discordia y fabricar problemas inexistentes

Por Antonio Mancera Cárdenas, Director de Tribuna Benemérita