La Guardia Civil se convertiría en el cuerpo más idóneo para combatir sus más de ocho mil acciones delictivas entre 1940 y 1960 y que ocasionaron 1.500 muertes de las que casi mil eran civiles, ni autoridades ni miembros de los cuerpos de seguridad del Estado. Y muchas de las novecientas víctimas, antes de matarlas, fueron secuestradas e incluso torturadas.
Centenares de guardias civiles cayeron en refriegas de bosques, tiroteos, atentados, pero con muy pocos recursos consiguieron acabar con el peligro. Pero… ¿cuál fue el origen el maquis?
La Guardia Civil y el bandolerismo
Durante la primera mitad del siglo XIX, las bandas armadas habían supuesto el principal problema de seguridad de la nación. De hecho, acabar con ellas fue la principal razón de la fundación de la Guardia Civil por el Duque de Ahumada en 1844,
En estas bandas armadas dedicadas al delito había un poso político, guerrilleros que tras la Guerra de la Independencia o bien no se integraron a la sociedad civil o no aceptaron el absolutismo de Fernando VII. Y posteriormente, tras las Guerras Carlistas, la Guardia Civil también se encargaría de la persecución de las partidas carlistas que se lanzaron al bandolerismo como medio de supervivencia.
Este poso político iría diluyéndose para hacer del secuestro, robo, extorsión y asesinato el modus operandi de unos bandoleros a los que los románticos del XIX y cierta tesitura sociológica actual han convertido en simpáticos héroes a lo Robin Hood o Curro Jiménez en el caso del XIX y mártires de la libertad en el caso de los del siglo XX.
Las nuevas partidas armadas del siglo XX
En el siglo XX y no solo en la inmediata posguerra, sino en el propio desarrollo de la Guerra Civil, estas bandas inicialmente por razones políticas, volvieron a surgir como elementos de la resistencia antifranquista.
Y es que desde el mismo 18 de julio, día de la sublevación contra el gobierno del Frente Popular, personas vinculadas de una u otra manera a sindicatos de izquierdas y a partidos izquierdistas abandonaron sus ciudades y pueblos cuando cayeron en manos sublevadas.
¿Las razones? Sobre todo, porque por motivos ideológicos podrían ser encarcelados y sabían que si además habían ejercido represión y o violencia contra los derechistas, eclesiásticos y católicos durante la República, o durante los funestos primeros días de la guerra, les esperaba la detención y el fusilamiento.
Este abandono de las ciudades les haría «echarse al monte» y formar las primeras células del conocido como maquis. Las sierras gallegas, sobre todo las fronterizas con León y Zamora fueron sus primeros escenarios por el temprano triunfo del alzamiento militar y porque en octubre del 1938 llegaron militares republicanos procedentes de Asturias cuando esta cayó.
Su intención en un primer momento era pasar a Portugal y de allí a otros países. Sobre todo las montañas de Trevinca-Casayo en Valdeorras y en las de la Comarca del Bierzo, albergarían, según el veterano periodista José Antonio Gurriarán, en su obra As mulleres do monte, «el grupo guerrillero mejor organizado, más invulnerable, duradero e inaccesible de toda España».
Llegaron hasta editar un boletín El Guerrillero, con tiradas de hasta trescientos ejemplares, impresos clandestinamente
El origen: primera etapa 1938-1944
La historiografía bautizó a estas partidas antifranquistas como el «Maquis», (del italiano macchia un tipo de arbusto). Esta palabra calificaba a los guerrilleros franceses que lucharon contra los alemanes en la Segunda Guerra Mundial.
Pero el habla popular los bautizaría de múltiples maneras: huidos, los del monte, escapados, emboscados, fuxidos, bandoleros, fugados, escondidos, los de la sierra, los maquis…
El carácter político de las guerrillas incluyó a comunistas, socialistas y anarquistas. Sin embargo, el predominio comunista se impondría.
Casi todos volvieron
Y con el fin de la guerra todos hemos visto en los documentales las dramáticas escenas blanquinegras de españoles cruzando la frontera de Francia escapando del victorioso ejército rebelde. Mujeres, niños, ancianos y hombres arrastraban sus precarios enseres entre lágrimas y desesperación.
Pero al terminar la Guerra Civil, lo cierto es que la mayoría de los contingentes humanos que habían cruzado a Francia huyendo de la ofensiva bélica, habían vuelto a sus hogares.
Aún así, el Sur del país vecino seguía acogiendo a 50.000 españoles. De ellos, treinta mil acabaron en los grupos de trabajo alemanes, siete mil en el ejército francés, y tres mil en la Legión Extranjera. El resto pasarían a formar esta guerrilla antifranquista, «el maquis», amparados sobre todo en las sierras montañosas.
La montaña, un arma de doble filo
Ampararse en las montañas era un arma de doble filo. El difícil acceso facilitaba la supervivencia de las partidas guerrilleras y las sierras escarpadas, con bosques y densa vegetación, les ofrecían la protección necesaria. Además, su altitud les otorgaba una amplia visibilidad que era crucial para el control sobre el territorio circundante.
El espacio natural y humano de la guerrilla antifranquista fueron entornos poco poblados y aislados, obligándoles a permanecer atrapados en la cerrazón de los montes, viviendo siempre «a salto de mata» y con cautela para no llamar la atención del enemigo. Sufrían fríos y lluvias, hambre intermitente, encierros diurnos y duras caminatas nocturnas, siempre expuestos a refriegas y emboscadas con la espada de Damocles de tener la muerte en los talones.
La Federación de Guerrillas de Galicia-León, como hemos comentado, fue la pionera, pero la resistencia pronto amplió su actividad a otras zonas montañosas de la península, de Norte a Sur.
En 1940, se formaba por ejemplo la Agrupación Guerrillera de Levante (AGL), apadrinada por el PCE que combatió durante una década haciendo de los sabotajes, atracos y de los asesinatos que ellos llamaban «ajusticiamientos» de derechistas, su modus operandi hasta que la Guardia Civil pudo desarticularlos en Santa Cruz de Moya (Cuenca) donde tenían su campamento.
Hoy allí mismo se hace un acto en homenaje a esta cúpula guerrillera con periodicidad y se ha erigido un monumento en su memoria que representa una paloma de la paz.
No eran románticos sin esperanza
Su historia no fue la de una guerra de románticos sin esperanza, como sigue divulgando parte de la historiografía, porque llegaron a tener posibilidades de éxito muy fundamentadas. Magníficos conocedores del terreno, tenían experiencia en acciones armadas y se reorganizaron como una auténtica guerrilla. Los soviéticos habían decidido apoyarles para provocar una nueva guerra civil y lograr una intervención exterior que derrocase al régimen de Franco.
Con la victoria de los aliados, la caída del fascismo se percibía inminente. Los maquis contaban con suficiente armamento y miles de efectivos con miembros bien entrenados en la Unión Soviética y en la resistencia anti alemana en Francia.
Por estas razones, habrían podido ser la espoleta de una nueva guerra civil y haber alcanzado la dimensión oportuna con la ayuda aliada. Las circunstancias para ello eran más que favorables: la dura posguerra, el hambre y sobre todo, pensaban que la población albergaba un gran resentimiento contra el franquismo y sin duda los apoyarían.
La Resistencia francesa
Algunos investigadores valoran la importancia de la experiencia de los guerrilleros del maquis español y la de los soldados republicanos que habían luchado en la resistencia francesa.
Pero hay que recordar que la mitificada resistencia francesa comenzó en 1941. Hasta entonces no atacaron ni una sola vez objetivos alemanes en Francia. ¿Y eso por qué? Si los nazis habían invadido Francia en 1940, ¿por qué no hicieron nada durante ese año contra la opresión germana?
La respuesta es clara. No lo hacían porque seguían órdenes de Stalin. Muchos aficionados a la historia suelen olvidar que el comunista Stalin era el aliado de Hitler y habían firmado un pacto para repartirse Polonia y áreas de Europa Oriental.
Y solo fue tras la invasión alemana de la Unión Soviética en junio del 41, cuando se rompe el pacto. Un mes después en julio, Stalin entraría a formar parte del bando aliado con el Reino Unido. Y solo a partir de esa fecha, cuando las tropas germanas evacúan el sur de Francia, la resistencia francesa, que incluía a milicianos españoles, comenzó a actuar. Prueba más que evidente de la filiación comunista de estos guerrilleros que luchaban por la libertad.
Operación 'Reconquista de España'
Y así, motivados por la próxima victoria aliada en 1944, el Partido Comunista de España decidió continuar la Guerra Civil en España. Stalin nunca había llegado a encajar ni encajó jamás el haber sufrido en España su mayor derrota.
Había dado órdenes directas a través de Francia desde 1939 para el contacto entre las células guerrilleras de la península.
En el año 41, cuando comienzan a ser abastecidas por la Unión Soviética, aparecen discrepancias con maquis anarquistas que no quieren recibir órdenes desde Moscú. Una discrepancia que se solventa muy fácilmente.
Hasta 300 anarquistas fueron directamente asesinados por los comunistas o en el mejor de los casos delatados a las autoridades franquistas para que fueran detenidos.
Mientras tanto, en distintos lugares de Francia se fueron adiestrando a militantes republicanos y una vez formados, serían desplazados al territorio español.
El otoño de 1944, acometerían una acción a gran escala denominada «Reconquista de España», curioso nombre que hoy rechaza la historiografía de izquierdas.
El principal dirigente del PCE (Partido Comunista de España) en Francia, Jesús Monzón y Santiago Carrillo, dirigieron la operación. Se organizó una División al mando de Vicente López Tovar, también miembro del PCE, que se había distinguido al sustituir a «El Campesino» en la Batalla del Ebro y acciones con la Resistencia Francesa.
Octavilla antifranquista de los maquis españoles antes de la invasión de Arán
La Reconquista comenzaría con una serie de ataques por toda la frontera pirenaica. El principal objetivo era la toma del Valle de Arán, y su capital Viella, que pretendían convertir en cabeza de puente.
El coronel López Tovar, entraba con sus tropas el 19 de octubre de 1944. Según las fuentes, llevaba entre 4.000 a 10.000 españoles bien equipados y con nuevos voluntarios, animados por la próxima victoria aliada. Armados con fusiles franceses, checos y alemanes, subfusiles Sten y ametralladoras Bren, algunos morteros del calibre 81 y un antiaéreo, iniciaron el avance en tres columnas que convergerían al sur de Viella.
La incursión inicial sería un éxito. En el Bajo Arán, la progresión fue muy rápida, hicieron prisioneros, y llegaron a conquistar varios pueblos y controlar durante días parte de la frontera, por la que iban introduciendo material y refuerzos.
No fue así en el Alto Arán. Tovar tuvo que detener la ofensiva el día 23 en las afueras de Viella, al advertir que allí estaba fortificado el general José Moscardó con tropas de la Guardia Civil y del ejército. Aquí hay que señalar la importancia moral de la presencia de Moscardó, todo un símbolo, al ser el héroe del Alcázar de Toledo.
En inferioridad numérica y de armamento, Tovar era consciente de que, sin apoyo aliado, no podía enfrentarse a este ejército y no tenía ningún sentido seguir avanzando. Dio orden de repliegue a Francia, pero varios miles de guerrilleros decidieron internarse en España, en la creencia de un levantamiento civil que jamás se produjo.
Aunque la Operación Reconquista de España constituyó un fracaso, Santiago Carrillo, lo presentó ante la opinión mundial como «un hecho glorioso de la Resistencia antifascista y el primer paso para la victoria de la insurrección nacional contra Franco». Y ya de paso, hizo una purga entre sus oponentes y se consolidaría como nuevo líder del PCE.
Una reconquista frustrada: derrota militar y política
Lo cierto es que la invasión de la Península por parte de los aliados no era una fantasía. Investigadores afirman que el general Patton había proyectado un plan para enviar al centro un gran cuerpo de paracaidistas mientras se realizaban dos desembarcos paralelos en el Mediterráneo y el Cantábrico. Plan que nunca se ejecutó. Churchill y Truman temían con sobrado fundamento que España podía convertirse en un satélite de Stalin. Todo ello acabaría derivando en el apoyo a Franco como muro de contención del comunismo.
Pero hubo algo más que los frenó: la firme voluntad de lucha del nuevo régimen y algo que no preveían: la falta de apoyo de la población.
Por un lado, la indiferencia política de lo que hoy se llaman «masas neutras», que sí, estarían privados de libertades, pero resignados, y muchos reconfortados, con la paz de la nueva era que acabó formando una gran base social que apoyaba al régimen del Franco y que no querían nuevos enfrentamientos civiles.
Sin olvidar que entre los años 1940 y 1944 muchos campesinos habían sido víctimas de la violencia por parte de las guerrillas.
Se descarta el Ejército y la reconciliación nacional
Tras la derrota del Valle de Arán, hubo un antes y un después y un cambio de rumbo. Franco descartó la actuación del Ejército y otorgó la competencia en este ámbito a la Guardia Civil que viviría duros años en la contención de la guerrilla
La guerra había terminado y la lucha contra el maquis podía entenderse como una continuación de la misma. Sobre todo, no vieron –como se diría ahora– «políticamente correcto» el otorgar al ejército el papel en esta defensa.
Y aunque parezca raro y nunca se cuente, las cifras están ahí: desde mediados de los 40 se practicó una política de reconciliación y salieron miles de personas de las cárceles. Miguel Platón en La Represión de la posguerra, obra novedosa de referencia del período, demuestra cómo gracias a sucesivos indultos la mitad de las penas de muerte fueron conmutadas por cadenas perpetuas.
Luego, reducidas a condenas de 30 años de cárcel, de las que ningún condenado llegó a cumplir ni siquiera la cuarta parte. Se fueron reduciendo hasta los seis años o incluso a anularlas.
No solo fueron «perdonados» sino que muchos de los inicialmente encarcelados acabaron integrados en el sistema y hasta trabajando en organismos públicos.
Esto incluyó a componentes del mismísimo maquis algo fácilmente comprobable en la biografía de miembros señalados, como la modista comunista Antolina, de la Brigada Machado, el famoso Felipe Matarranz «El Lobo», el del gallego «Piloto», el último maquis, o Juanín de Cantabria, salvado de la muerte por su hermano falangista. Volvieron al monte, pero no por ser perseguidos por condenas políticas.
La Guardia Civil, el cuerpo más idóneo
Muchos desconocen que en 1940, con el fin de la guerra, Franco llegó a plantearse en firme la disolución de la Guardia Civil. Fiel reflejo de la división de la población española, habían combatido en los dos bandos con actuaciones heroicas en ambos como en el asedio de la Virgen de la Cabeza o en la resistencia de Barcelona.
Por ello el «Generalísimo» no tenía plena confianza en ellos y apostaba por un cuerpo de nueva creación. Sería el General ferrolano Camilo Alonso Vega, con gran ascendiente sobre él, el que más influyó en la permanencia de la Guardia Civil.
Con la integración de los miembros del desaparecido Cuerpo de Carabineros alcanzaban un total de 54.000 efectivos en 1940.
Y veremos cómo a lo largo de dos décadas la Guardia Civil, de naturaleza militar y a la vez civil, se convertiría por su organización, disciplina, despliegue territorial, y antigua experiencia bélica de muchos de sus miembros, en el Cuerpo más eficaz para combatir estas bandas armadas de la posguerra del siglo XX. Algo que volvía a entroncarles con su ya histórica tradición en la persecución de «bandoleros».
Y la Benemérita acabaría volviendo a ganarles la partida. Muy pocas guerras de guerrillas en la historia han sido aniquiladas con tan escasos recursos.
Escrito por: María Fidalgo Casares
Fuente: EL DEBATE - 01/03/2025