La vida está llena de momentos que, en su momento, pasan desapercibidos, pero cuyo verdadero peso y significado solo se revelan con el paso del tiempo. Es en la distancia, cuando ya han quedado atrás, que podemos apreciar su verdadera trascendencia.
Este fenómeno es común en la experiencia humana: las lecciones más importantes suelen ser comprendidas cuando ya es tarde para cambiar el curso de la historia. Sin embargo, esto no significa que debamos resignarnos a la nostalgia; por el contrario, debemos asumir el desafío de compartir nuestras vivencias, incluso a riesgo de parecer un abuelo contando batallitas.
Hoy, me encuentro en una encrucijada similar, donde el pasado se convierte en un espejo que me obliga a reflexionar sobre el presente y futuro de una de las instituciones más respetadas de nuestro país: la Guardia Civil.
Tras 46 años de servicio activo, he sido testigo de innumerables cambios, algunos positivos y otros profundamente preocupantes. Los acontecimientos recientes, como los indultos y la ley de amnistía, la pérdida de competencias en varias comunidades autónomas y el apoyo que algunos sectores siguen brindado a los presos de la organización terrorista ETA en detrimento de las víctimas del terrorismo, son solo algunos ejemplos de decisiones controvertidas que pueden parecer contrarias a los valores tradicionales de la Guardia Civil.
La situación actual produce un cierto sentimiento de desánimo entre muchos de los profesionales que sienten la vocación de servicio al ciudadano y que pueden ver estas medidas como un debilitamiento de la autoridad y un golpe a la moral de quienes han dedicado sus vidas al servicio público, especialmente en la lucha contra el terrorismo.
Es doloroso escuchar algunas voces que llegan a cuestionar si el sacrificio habrá valido la pena, si la entrega y la vocación que nos han definido durante generaciones serán suficientes para superar los retos que tenemos por delante. Y, sin embargo, creo firmemente que este es precisamente el momento para reforzar nuestro compromiso y recordar lo que nos ha llevado hasta aquí.
Permítanme retroceder cincuenta años, cuando, tal día como hoy, el 1º de septiembre de 1974, ingresé en la Academia de Guardias de la Guardia Civil en Úbeda (Jaén). No fueron mis primeros pasos en la Benemérita, esos los di de la mano de mi padre, pero sí fue el lugar donde recibí mi formación profesional. Allí, el estudio, la disciplina y las enseñanzas de nuestros veteranos, delinearon el camino de nuestra carrera. Es importante recordar que incluso entonces, los más veteranos dudaban de que nuestra generación pudiera estar a la altura de los desafíos que se nos presentaban. Sin embargo, el tiempo fue testigo de que supimos recoger el relevo y fuimos capaces de llevar a la práctica las enseñanzas y los ejemplos que nos transmitieron.
Hoy, a pesar de los tiempos convulsos que atravesamos, quiero romper una lanza a favor del optimismo. Estoy convencido de que, al igual que en el pasado, sabréis adaptaros y superar los desafíos actuales.
La clave está en la inquebrantable entrega y vocación de servicio al ciudadano, pilares que han sostenido a la Guardia Civil durante más de un siglo. No obstante, este esfuerzo debe ir acompañado de una necesaria e imprescindible dosis de cordura y sensatez por parte de la administración, que tiene la responsabilidad de garantizar que esta institución, tan valorada por los ciudadanos, siga cumpliendo su noble misión.
Aunque los tiempos cambian y los desafíos se multiplican, me aventuro a decir que la esencia de la Guardia Civil permanecerá intacta.
Debemos mirar hacia el futuro con la misma determinación y orgullo con los que afrontamos el pasado, sabiendo que el verdadero legado de nuestra institución no está únicamente en el uniforme que vestimos, sino en los valores que defendemos.
Jose Manuel Corral Peon
Comandante (R) Guardia Civil