Todos, o casi todos, conocemos el Cantar del Mío Cid, muchos recordamos de nuestros años de estudiantes el cantar del destierro del Cid y el juramento de Santa Gadea
Y recordamos aquel Primer Cantar que habla de la lealtad del Cid hacia su señor y de la osadía que tuvo al obligar a jurar al Rey Alfonso VI en Santa Gadea, para denunciar lo que él creía una injusticia y que le valió el destierro.
Esto que para algunos no le suena y para otros es tan solo una leyenda medieval, para esos personajes raros que estudiamos en la era de la EGB, además de ser un poco de “culturilla” que decía mi padre, es una forma de entender como las injusticias cuando se denuncian o se combaten causan el destierro, hoy lamentablemente la lealtad está mal vista y lo que prima y lo que se pone en valor es la incultura, el borreguismo del rebaño, la mentira, el silencio ante las injusticias, a pesar de que como el Cid que tras el cerco de Zamora denunció, a su forma, la injusticia de la muerte de su señor, el Rey Sancho II de Castilla, hoy lamentablemente todavía encontramos Rodrigos que se atreven a denunciar las injusticias, que defienden la legalidad y a sus subordinados por lo que son desterrados como lo fue el propio Cid.
El cese, el destierro, el olvido, el final de carreras profesionales ejemplares, es lo que nuestros Rodrigos encuentran si alzan la voz denunciando una injusticia, si deciden que la ley está por encima de la prevaricación o si simplemente mantienen que sus subordinados son auténticos profesionales que desempeñan sus funciones de manera ejemplar. Hoy el destierro del Cid sería el cese injusto, hoy Rodrigo no obligaría a su señor a jurar, porque su señor no juraría, porque el honor que se le suponía y que tenía que defender Alfonso VI antes sus súbditos para reinar, no se encuentra en quienes nos gobiernan, al contrario, el Alfonso VI moderno cargaría sus culpas primero en quien denuncia, después en quien se mantiene dentro de la Ley, para prodeguir en quien defiende a aquellos que cumplen y que nos defienden y dan seguridad y después, por último en sus subordinados directos para intentar quedar incólume.
Hoy algunos de los Rodrigos se podrían llamar Manuel, Pedro o Diego, aunque el nombre realmente no importa, lo que importa es la actitud para seguir siendo leales a su juramento, y a pesar de esa lealtad, seguirán siendo desterrados, cesados de sus destinos, apartados de sus unidades, de sus responsabilidades y de sus hombres, simplemente por no estar de acuerdo y defenderlos ante las injusticias.
Hoy se pretende, acabar con los Rodrigos, desterrarlos, someterlos al ostracismo, al olvido, cesarlos, acabar con sus carreras tan solo por poner en entredicho las acciones y decisiones de los nuevos señores y de sus socios que pretenden la muerte de nuestra Institución.
Jesús ha sido cesado por defender la honestidad y el Honor de sus hombres, por defender una actuación llevada a cabo con profesionalidad por sus guardias civiles, realizada con los medios y el protocolo que el Gran Señor les ha dado. Como fue cesado Manuel o Diego, como fue dessterrado el Cid.
Hoy Rodrigo, seguramente volvería a cometer la “osadía” de hacer jurar a su señor, al ministro de Interior, que no había tenido nada que ver en el acoso al que se somete a los guardias civiles de Ceuta y Melilla siempre que hay un salto masivo a la valla, le haría jurar que los ha defendido ante esos ataques, que les dota de medios suficientes, que el protocolo es adecuado y conveniente o que simplemente los guardias civiles que vigilan nuestra frontera tendrán seguridad jurídica para realizar la misión que no solo España, también Europa les ha confiado, y simplemente este mentiría y desterraría al Cid, que en este caso son nuestros compañeros que no se sometieron a la mentira, a la injusticia, ni al silencio ante el acoso a los suyos.
En el Cantar del Mío Cid, vemos como la ira regia cae con toda su fuerza sobre Rodrigo, hoy comprobamos que la ira ministerial cae con la misma fuerza sobre guardias civiles simplemente por realizar su trabajo o por defender a sus compañeros, el Cid fue desterrado por mostrar lealtad a su Rey, aun después de muerto, los guardias civiles son cesados por mostrar lealtad a la Justicia y a la Ley, hoy el coronel Torresano ha sido cesado por no permitir que se ponga en entredicho la honradez de los guardias civiles.
El Cid fue desterrado por supuesta falta de confianza, Jesús lo ha sido por supuesta falta de idoneidad, al final es lo mismo, Jesús, es según sus propios subordinados una persona valiente y buena, trabajadora y humilde, esa humildad, esa valentía de los guardias civiles que les lleva a rebelarse ante las injusticias, pero acatar el destierro en silencio, desterrado simplemente, por pedir más contundencia en la defensa de los guardias civiles, por denunciar el trato que se le estaba dando a sus compañeros, por todo eso, buscaban desde el gobierno apaciguar a las hordas compuestas por sus propios socios, buscaban una cabeza de turco entre los guardias y el coronel no lo permitió, ni estuvo de acuerdo con la injusticia; y así por su postura valiente recibió un ultimátum que al no admitir, dio lugar a un acuerdo para que el cese por esa supuesta falta de idoneidad pasase por un cambio de destino y un comunicado para culpar al de al lado de la decisión, porque el político nunca miente y nunca es culpable de nada, ni del acoso, ni del ultimátum, ni de las órdenes a fiscalía o a la cadena de mando.
El Cid nuevamente camino del destierro, mientras Alfonso VI sigue con su vida palaciega rodeado de bufones y dando parabienes y regalos a sus enemigos, que ahora aloja en su castillo, la cabeza de Jesús, como la de Juan, en bandeja de plata.
El Cantar refleja el inmenso dolor con el que el Cid abandona sus tierras y cómo se siente profundamente decepcionado, hoy los guardias civiles ante una nueva injusticia hacia uno de ellos se sienten igualmente decepcionados y sienten el dolor porque esas injusticias a las que son sometidos ya son permanentes, el Cid al comenzar su destierro exclamó “Contra mí tramaron esto mis enemigos malvados», nosotros podríamos decir lo mismo, porque como el Cid, nuestros enemigos son nuestros nuevos “señores”.
Como el Cid en el Cantar, el coronel asumirá su destino y permanecerá siendo fiel a sus principios y a su honor, dando ejemplo a sus guardias, a sus compañeros, a pesar de despóticos políticos.
Sólo espero que al menos sienta nuestro ánimo, el de sus compañeros, para que se mantenga con la entereza que siempre ha demostrado para seguir defendiendo la honradez y la profesionalidad de los guardias civiles, y gritar como hizo el Cid dirigiéndose a los suyos: «¡Ánimo, ánimo, de nuestro destino nos echan, pero cargados de Honor hemos de volver a él!».
Y quizás cuando pase el tiempo, cuando las injusticias se acaben, cuando la arbitrariedad termine podamos gritar: «¡Qué buenos vasallos serían si hubiesen tenido buenos señores!»
Por nuestra parte, cada día escribimos nuestra historia, cada día los guardias civiles salen a la calle para servir a la sociedad y escribir con letras de oro la suya personal y la de la propia Institución, a pesar de las injusticias, todos somos responsables en la forma en la que decidimos escribir nuestra historia o de recorrer nuestro camino, la forma correcta en que deseamos servir a la sociedad, cada uno de nosotros escogemos la mejor forma de guiarnos ante la vida y es por tanto responsabilidad nuestra la forma en que queremos que se nos recuerde, el papel que queremos que la vida nos otorgue según nuestra acciones, el papel de héroe o el de villano, de justo o injusto, el papel del valiente Rodrigo o el del oscuro Rey, el papel de Manuel, Diego, Jesús o el de Fernando.
Blas de Lezo dijo "Una nación no se pierde porque unos la ataquen, sino porque quienes la aman no la defienden” y en eso estamos en la Guardia Civil. Un amigo me recordaba que para que el mal triunfe solo hace falta que los hombres buenos y justos no hagan nada.
ANTONIO MANCERA CARDENAS